sábado, 7 de junio de 2014

Aterrizando Metas



Perderle miedo al mar, atreverme a saltar. Conocer el mundo; sus huequitos, sus curiosidades. Bailar, bailar y bailar. Escucharme a mí y a los demás. Unir la cabeza con el corazón. Aceptar cuando no tengo la razón. Pedir perdón. Dejar de pensar, comenzar a actuar. Vivir en el presente. Estar; estar de verdad. Usar bloqueador. Visitar, cuando es necesario, al doctor. No correrle al amor. Superar el dolor. Conocer todas las semanas una nueva canción. Poner despertador. Pensar positivo. Siempre tener un motivo. Hacer algo por el mundo. Tener paciencia y buen humor. Llenar mi casita de amor. Conectarme con todos mis “Yos”. Meditar. Hablar menos y escuchar más. Reírme y carcajear. Respirar aire libre, caminar. Hacer ejercicios. Eliminar mis vicios. Tres litros de agua al día y no saltearme ninguna comida. Hacer cosas que me pongan la piel de gallina y volverme mejor en la cocina. Aprender a pintar, dibujar y cantar. Construir mi propio mundo y caminarlo con mis propios pasos. Dar más abrazos. Engreír a mi mamá y destetarme de mi papá. Respetar mis ideas, cultivar mi paciencia. Dejar mi ego a un lado y evitar mis comportamientos tiranos. Pensar positivo. Usar menos la palabra “mío”. Actuar; mejorar, estudiar, practicar. Meterme a cursos. Respirar antes de renegar. Aprender del pasado y olvidar el futuro. Hacer algo bueno por alguien aunque sea algo estúpido. Ser sincera. No desesperarme por la espera. Completarme yo misma. Confiar en mi instinto. Compartir mi vida con superman; amable, gracioso, bailarín y trabajador. Serle fiel y confiar en él. Dejar el drama en el escenario y las cursilerías en mi BLOG. Ser mamá. Aprender a comunicar mejor. Hacer harto el amor. Juntarme con gente interesante. Tener conversaciones impactantes. Decir “Te quiero” cuando en realidad lo siento. Desahogarme sin heridos. Saber cuando los rollos son míos. Vivir la vida contenta. Hacer feliz a los que me rodean. De vez en cuando una que otra borrachera sin perseguideras. Equivocarme. Dejar ir. Dejar a un lado la palabra “control” y comenzar a fluir. Unas cuantas aventuras al año. Alejarme de lo que me hagan daño. Cumplir sueños y ponerme retos. Abrazar los cambios. Escribir historias. Pisar tierra sin dejar de soñar despierta. Vivir en otro país. Creer en el destino sin que manipule mi camino. Cumplir mis promesas. Prometer con conciencia. Agradecer, no maldecir.  “Hoy es un lindo día” decir. Declarar. No justificar. Jugar. Ahuyentar a mis fantasmas. Juzgarme menos, divertirme más. Atrapar oportunidades; “Por qué sí” en vez de “por qué no”. Mantener mi pasión. Explorar. Descubrir. Darle la bienvenida a la rareza. Ser valiente y valorar lo inocente. No criticar, no juzgar. Aprender de lo demás. Dar otra oportunidad. Minimizar la culpa. Trabajar duro sin privarme de lo que en realidad importa. Aterrizar mis metas y tener siempre nuevas. 

Cuando vuelva a latir


Y así pues… se quedó con miedo. Dolía, temblaba, perdió su ritmo y me confundía. Me dejaba sin aire, me hacía doler la barriga, la cabeza, debilitaba mis rodillas. Me daban ganas de vomitar, de llorar, de arrancarlo y botarlo, de abandonarlo, acusarlo, atacarlo, matarlo. Prometí más de una vez no volver a confiar en él, no abrirlo más, no hacerlo latir y por ende, nunca con nadie ni nada, compartir. Despavorido, agotado y asustado se quedó un buen tiempo dormidito a mi lado. Se volvió flojo, dormilón, un poco antipático y regañón. Lo entendí. Yo también la pasé mal pero él peor. Yo por lo menos, tenía a mi cabeza y mi intuición diciéndome que todo iba a estar bien. Él no. No había quién le explique que aunque en ese momento no le pareciera real, él iba a encontrar otro motivo para volver a palpitar. Claro, lo entiendo. Él era el más afectado, yo tenía el camino fácil; trabajo, amigos, familia, proyectos, viajes, libros, ideas, canciones, películas y una serie de cosas que me distraían. Pero para él… latir era lo único que sabía hacer, lo único que le interesaba, para lo cual existía… Y ya no latía. 

Así estuvo un buen tiempo… resentido hasta las venas. Por ahí que algún simpático se cruzaba por nuestro camino y yo le pedía que por favor por lo menos tres latidos me regalara, pero él nada. Por ahí otra persona especial pasaba y yo le rogaba que por favor palpitara por lo menos un par de semanas solo para ilusionarme, para soñar, para hacerme ideas, sin importar que sea real… era solo para despegar los pies de la tierra y divertirme un rato imaginando… pero él, tieso y fuerte se negaba a hacerme caso. Así se cruzaron varios y fue imposible convencerlo a latir. Llegué a sentir miedo de que no volviera a su estado natural. Y pensar que antes tenía que controlarlo para que no lata por cualquiera y ahora me veía rogándole que por favor me regale unos cuantos días de taquicardias bonitas, de esas que me gustan porque son de purita felicidad y saben perfectamente cuándo parar y convertirse en paz. 

Así funciona él; sin presión, sin mente, sin intuición… no se de qué michi será cuestión pero así funciona él. Ahora dice que ya sabe lo que quiere y que cuando lo encuentre latirá bien fuerte. Me lo promete. Mientras tanto… que lo deje de joder.