martes, 23 de septiembre de 2014

Cincuenta metros cuadrados de soledad bonita

Y llegar y subir y caminar y abrir. Desde la puerta se siente el olor a basura; cáscaras de plátano con limón exprimido y un toque de alpiste molido. La bolsa está donde la dejé y es probable que por un par de días más, no la logre bajar.  Entro un poco más y cambia el olor pero me sigue molestando. Algunos dicen que así huelo yo. ¿A ambientador de vainilla, guardado ó naftalina? Si fuera a guardado, no me sorprendería. Ya no dejo todo tirado, desde que es mi propio espacio; lo cuido, organizo y limpio. Mi mamá decía que cuando sea mío sería distinto. Y es distinto. Si no cocino, no como; Si no barro, estornudo; Si no compro, no hay y si no lavo, huelo mal. Es como si de pronto, tuviera yo el control de mi vida. Es una sensación muy rica y liberadora, aunque a veces me sienta demasiado sola. Acá sí uso la cocina. Estoy segura de que me demoro el doble pero me gusta. Pelar mis camotes, exprimir mis naranjas, moler mi linaza y hervir mi agua se han convertido en una de mis actividades favoritas. Me ilusiona la idea de saber que yo misma lavo, pelo, corto y aderezo lo que me meto a la boca. Siento que me cuido, me engrío y me provoca. Meterme a mi cama nunca antes fue tan rico. Elegir una canción, bajarme una serie, llenar el termo de agua, prender el deshumedecedor, ventilar mi edredón, sacudir mis cortinas, barrer el balcón, regar mi palmera, rellenar los platitos de chocolates para las visitas, sacar con una escobilla el polvo de las esquinas. Todo. Todo es un placer hacer. Siempre quise ser una soltera independiente de película para servirme una copa de vino llegando a casa. Ahora que lo soy, lo hago… muchas veces sin ganas de vino. Se queda ahí, reposando y acompañándome mientras cocino. Después de cocinar, a comer. Siempre sobra comida, creo que no sé calcular ó quizás me encantaría que seamos más. Y como la comida no se deja, me la termino comiendo. Mi poto, mis piernas y caderas están creciendo. Los lavados correspondientes y a la cama. La cama; todo un mundo. Ahí pienso, lloro, me engrío, me toco, leo, escribo, trabajo y sueño. Sueño mucho. Mucho. Últimamente más. Estoy aprendiendo a manejarlos; me voy a dormir pensando en algo y ya se que mi primer sueño se tratará de eso. Hay bonitos y hay feos. Puedo manipular algunos, muchos los recuerdo y escribo, otros me los olvido y pocos se vuelven realidad. Luego suena la alarma; una, dos veces, tres veces más, salgo y cuando regreso, todo vuelve a comenzar. Hoy día así es mi hogar; Cincuenta metros cuadrados de soledad bonita. 


Hogar : Brazos que me abracen fuerte después de un mal día.

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